martes, 3 de noviembre de 2009

Dulce Enfermedad


Ya cansado de la opresión recurrí al médico del pueblo. Su mirada era opaca, confusa, no estaba preparado para mis síntomas. Revisó cada parte de mi cuerpo para tratar de contenerlo. Una vez concluida la revisión exhaustiva de todo mi ser sin pronunciar palabra alguna volvió taciturnamente a sentarse en su escritorio mientras me hacía un pequeño ademán con su mano derecha ordenando sentarme justo a su frente.
Intentó preguntarme pero la carraspera lo interrumpió. En su segundo intento lo logró. Era obvia la pregunta: mis síntomas. Yo con la necesidad de encontrar una solución rápida y efectiva empecé a explayarme con lujos de detalles. “Tengo constante secreciones por todo mi cuerpo. Traspiro muchísimo, mi corazón pasa de latir normalmente a sobresaltarse, me lagrimean los ojos, se me eriza la piel muy a menudo y siento escalofríos, y mi salud mental también es algo que me preocupa también.”Concluí y noté su mirada lejana como tratando de atinar una respuesta que por supuesto no había encontrado aún.
Yo tenía mis manos apoyadas cada una en la rodilla que les correspondían. Se podía hasta escuchar el silencio.
De repente comenzó a escribir en su recetario con una caligrafía perfecta, desacorde con los médicos convencionales. Su mirada no se despegaba del pequeño papel rectangular. Concluyó y solamente me la entregó y me indicó que la entregara en la sala de emergencia.
El tratamiento funcionó. Me desmesuraron el cuerpo para que pueda contener todo lo que siento. Pero los pronósticos no son muy buenos. El médico dice que esta enfermedad llamada “Amor” no tiene piedad. Se propaga más que el cáncer, crece cada día a pasos agigantados más que el tumor más maligno, cada beso o cada mirada la hace más fuerte, continuamente deberán desmesurarme para que no me ahogue.
Sé que me mi destino final es la muerte, porque cada día que pasa pierdo una nueva batalla, cada día me ahoga más, cada día se propaga más. Directamente proporcional a mi muerte, crece mi felicidad.

miércoles, 28 de octubre de 2009

Primera parte -"Verdades Absolutas Dixit" de "Amelia G. - Cuentos de un despetar mental" por Juan Pablo Tamagnini


Girò cientochenta grados sobre sus talones y emprendió una huida despojada de dirección, siempre procurando que las làgrimas que fluìan casi tormentosas de dos ojos perplejos no develen cuan sintomático e irrefutable era el final.
La noche se atisborrada y cerraba a cada golpeteo de su paso acelerado por la acera mientras la implosión de una historia inconcreta le dejaba como saldo unos estertores contìnuos provenientes de una faringe en crisis y un esternón en escombros. Eran esos lapsos largamente cortos en los que uno duda conscientemente de la existencia de algún motivo por el cual aferrarse a la vida. Tan crudas y precisas fueron esas miradas, que amortizaron cualquier argumento valedero que ella hubiese intentado querer esbozar.
Se encontró con un cuerpo (el suyo, mutilado de por vida de aquellas caricias) en piloto automàtico levitando sobre unos pasos inexactos que la conducían a un hogar (amargo hogar) infectado de recuerdos.
Dejando atrás unas vueltas de llave que le aseguraban la no entrada de amigos de lo ajeno pero no la peligrosidad de ella misma, resolvió encallar en su cama de plaza doble y liberar tantos sollozos secos como fueran necesarios aspirando a descuartizar el dolor que la envolvía por la materialización necesariamente prudente de un desenlace abrupto aunque no por eso menos consecuente. Tan avasallante y fidedigno el sufrimiento era, que la restregaban por unas sábanas sin acomodar desde el comienzo matutino resaltando en su cara gestos de un horror mudo, ya cuando las cuerdas vocales le mutaron en nudos y las manos en diccionario.
Y así fue como se hizo presente el hecho, como tantos otros en la cotidianeidad de los seres humanos, que había entrado en el portal de la contingencia emotiva producto de la masacre de un amor (para apalabrar un estadío) que quería duradero, que ignoraba enfermiza, pero que de origen tenía fecha de vencimiento el día en que la sensatez la abrigara. Ni siquiera podía alzar la vista. Tal vez era un acto adrede para corroborar que su ornamenta seguía erguida y pisando suelo firme. O tal vez las fuerzas para colocar unas vertebras servicales formando ángulos suplementarios y comprobar que el aire que la rodeaba era tan espeso como la presencia de esa gran ausencia aún en cada uno de los mobiliarios, eran nulas. Las rutinas se le transformaron en inercia y esta última estaría presente en el horóscopo de los días próximos.
Estrechamente podía digerir la conclusión de una historia que más que historia era odisea, porque todavía no estaba preparada para hacer el balance lógico, debido a que los efectos de la cesantía del acompañamiento amatorio no habían invadido más allá de sus reacciones primeras, quedando un margen abismal de sensaciones fieras por representar en el escenario de lo que sería el resto de sus días; o al menos los días que restaban para que su corazón saliera de la anestecia producida por tanta congoja.
En un primer acercamiento con la falta de, la exposición gratuita de su capacidad sensorial a una realidad con nulas coincidencias, la inducían fácilmente a la consideración de un desvarío pronunciado. Era improcedente la aproximación a consentir palpables esas nuevas carencias de tiempos compartidos, de lugares entrelazados, de besos expropiadores, cuando ella daba cuentas de cada uno de ellos a lágrimas lloradas. Cómo se hacía para explicarle con circunstancias recién paridas a un corazón encapsulado en montajes que él ya no formaba más parte de esas escenas. Que la razón por la cual despertaba (y despierta) de mañana ya no se fundamentaba más que con el recuerdo de lo que alguna vez pudo llegar a soñar era. Así de contrapuestos sus mundos estaban. Un mundo real que la condenaba sensata y un sentimiento irresistible que la mantenía dormida (segura).
Normal e instintivamente las justificaciones a un holocausto sentimental previsible lleno de verbos en pasado perfecto que siempre eclosionaban en condicionales imperfectos y poco probables, en incapacidades ajenas, le daban la bocanada de aire que le hacía falta. La victimización del yo sufriente ante el aquel desertante, sería la coartada ideal en sucesos de carillas doble y lados B tan respetables uno como el otro. Comenzaba así, minutos después de haber advertido en sus venas correr el padecimiento por el no ajuste de su sensitividad orgánica-mental con la innegable no futura presencia, el tránsito por el más temible de los caminos, el del rencor y el resentimiento.
Categóricamente, la masa humana gondolizada en enamorados y no contagiosos, hulula por la vida escrutando vidas terceras para satisfacer necesidades que ni siquiera defendibles podrían llegar a ser ante el caso de un exhaustivo rechequeo mental, más cuando progonar lo uno desea, a momentos todos, implica mantener una postura clara ante los demás y tabular posibilidades de cuajo. Ella no era la excepción.

Mis por qués


....porque me gusta tu capellada
como tu contratapa,
porque si le saco punta a tu làpiz
siempre hay mina,
porque te lavo, te enjuago, te centrifugo
te tiendo al sol y estàs listo para usar.
Porque venìs con manual de instrucciones
es decir...tus ojos...
Porque tu frialdad me aporta cubitos
para este cocktel de corazòn,
porque sos sábanas de mil hilos
y chucrut del mejor repollo.
Porque del olmo obtenés peras
Y de un instante…marcás pasos…
Porque sos centrímetro en mi regla
Y medís mis ansias…


...porque si te aborto quedo infertil de sueños...

DEBER


Este semen pasteurizado de años
Contenido en dos testículos tumefactos
Alimentados por el deseo de una sexualidad homogénea
DEBE ser reproductor…

Estos labios irritados por otros nada imberbes
Sólo DEBEN calmar su sed
Con los de una existencia que pueda tenirlos de rouge
Con una fémina apariencia…

Este ano titilante
Que se inunda de placeres abrasivos,
Sólo DEBE expulsar excremento.

También tengo un falo inocente
Que sufre la corrupción del DEBER merodear vulvas
Exparcir semillas y recolectar dinastías.

Y qué le digo a este corazón irreverente
Que late por pieles prohibidas,
Que se exalta por otras arterias llenas de testosterona,
Que ama lo que otros no quieren que ame…
Pero que DEBE olvidar que el plasma que bombea
Contiene mi propia felicidad.

Al amor más grande de mi vida

Es tan fácil
Cuando mi felicidad cabe en uno de tus besos,
Besos de esa boca imberbe de ficciones…
Esa misma que compulsamente adicto de ella me resalta.

Y me manifiesto adultero entre tus abrazos
Ante mi incapacidad de sòlo uno elegir,
Y me asiento patriótico al colonizar tu piel
Develando que la idiosincrasia de mis necesidades
Encontrò raíces de satisfacción en cada uno de tus poros.

En el instante en que fundamentè el Estoicismo con tus pupilas,
Descorchè posibilidades ciertas en el escrutamiento de tus manos,
y agradecì a la vida el toparme con tu ornamenta,
fue ahì cuando me hallè impregnado de esta pasión perpetua.

Porque parì este primogénito amor puro
Engendrado en el ùtero de mis esperanzas (estéril hasta entonces),
Mutando mi cóncavo pasado en un maravilloso presente convexo
Ya soñando en nuestro futuro…
Un futuro con pasos de cuatro huellas.


Te amo, mi shanshito....!!!!

Estoy orgullosamente enamorado


Al lograr la emancipación de un corazón mitòmano de una cabeza atrofiada de cuestionamientos, creo que estoy enamorado. Esa dicotomía de un accionar cotidiano fomentada a la proyección del aire propio en los bronquios del objeto de MIS deseos, me dà las suficientes razones para creer que estoy enamorado;
Ya que en un inicio matutino regular, corriente y de aliento agrio, mi comienzo de consciencia post pernocta embebido (està) de tu consistencia onírica; màs diría cuasi física ya que unas venas torrentosas exponen una erección iderrumbable. Tambièn se disipa el ritual ( de imprimir diestra mi huella en el parket tibio) con el direccionamiento de una ornamenta, la mìa, hacia el redescubrimiento de unas piezas dentarias impolutas, màs pensando en tu desencanto por la nicotina que por la potencial aparición de una caries. Creo que estoy enamorado.
Y aseguro tu presencia en mis contraseñas, mi protector de pantalla y hasta en la taza donde tomo el tè. Unas sàbanas, a cambiar me rehuso, por tener el perfume de tu sudor amojonado; y sòlo mi cenicero sabe de mis guerras mundiales diarias contras unas necesidades auditivas feroces, de tu voz, de tu hola seguido del diminutivo del adjetivo cuantificador de mi masa corporal oronda. Creo que esto es amor.
Porque si no lo es, ¿Còmo se explica que para llegar a la inconsciencia nocturna de esta cabeza de ideas centrìfugas sobre la almohada, tenga que enumerar entre las sienes (guardianas de dos ojos cerrados a presión) los pasajes imaginarios de una historia sin cimientos en la cual sos el protagonista, yo el guionista y el deseo el escenario?
Gravemente indiscutibles hechos imperceptibles al olfato playo de personas auto-convocadas en el egoísmo, hacían raíces desde el interior de una realidad germinada por evidencia y rastro de cada uno de esos besos (de labios tuyos) que no sòlo me exponen adicto, compulso y desterrado de razón, sino que son empalizada ante dudas débiles; y digo débiles por no decir inexistentes, porque ya no busco explicación a estas actitudes involuntarias, me acepto enfermo de amor a sano, cuerdo e iluso.
Señoras y Señores, estoy orgullosamente enamorado.

domingo, 15 de marzo de 2009

Ausencia...







Claramente podía aniquilar de este, mi espacio,
Las conjeturas ajenas tan inexactas de tu estadío,
Ese estadío tan eterno, palpable y apacible
Que se hace remembranza en cada una de expiraciones.

De ese significado tan distorsionado en mi sentir
Aborrezco la impertinencia de sus aseveraciones,
Sería aceptar que en vano me estremezco
Con sólo pensar que corrés en mis venas…
Esa, tu sangre, que impugna cualquier concepto.

Y preservo elementalmente manojos de instantes,
Tu perfume inamovible vencedor en cada uno de mis días,
Tu voz que día a día me alienta,
Esos, tus ojos, los únicos en este mundo que puedo ver con los míos cerrados;
Y el afán inagotable de tu abrazo dichoso…

Por qué cómo le explico a otra existencia que no sea la mía
Que estoy en mis cabales…
Que este ciclo tuyo en mí es no perecedero,
Que estas lágrimas están saborizadas por tus enseñanzas perennes,
Y que en mí sos presencia arraigada
Porque vivís en mi camino en forma inapelable
Y que el significado de ausencia se diluyó con tu partida.